jueves, 24 de marzo de 2011

Brunch

Nos encontramos en la estación de tren de Belgrano R.
Fue distinto a cuando nos encontrábamos allá, no solo por la diferencia entre el tren y el tram, sino por el efusivo abrazo. Desde junio que no nos veíamos.

Partimos hacia Oui Oui, y después de varias vueltas a causa de un manejo distraído por relatos desesperados, llegamos a donde nos deleitaríamos con nuestro programa de fin de semana Melbouriano: el brunch.
El lugar me transportó inmediatamente a uno de los que más me gustó de allá, es uno que queda en Fitzroy. ¡No me puedo acordar el nombre! No soy buena describiendo, no sé qué me transportó a este otro "cafecito", pero lo encontré muy parecido.


No había dudas que el plato elegido sería el de revueltos con tostadas, más ensalada verde que rebalsaba del plato. Nos pusimos al día con las novedades de último momento y, para no perder la costumbre, comparamos.
Por suerte yo venía mejor anímicamente así que la nostalgia que me acompañó durante la tarde que pasé con Cata no se transformó en la angustia que me tenía por el piso.
Pienso que lo importante es escribir la historia donde sea que esté, sin pensar (tanto) dónde voy a terminar. Mientras no me regocije en la ansiedad y trate de estar un poco  más en el ahora, va a haber algo para contar.

Me puse a pensar que Melbourne va a seguir allá (bah, nunca se sabe tanto). Es una obviedad pero a veces poner en palabras lo más simple, lo que está tan delante nuestro, ayuda a calmar las aguas.

Y en Melbourne, probablemente, siga estando Cata. Allá o acá, ojalá no falte mucho para un brunch, una tarde de compras, una cena de jueves, una vuelta al lago, una sesión en la peluquería, un café, y así podría seguir. Ojalá.
¡Te voy a extrañar!

lunes, 14 de marzo de 2011

Entre Novalis y Holderlin


Las tormentas lo llevan de nuevo a la cumbre, ahí es donde la encuentra, la Fantasía. Ella misma, permanece eternamente, en el más libre espíritu. Como el más profundo aliento de la vida, donde los Ríos y árboles, animales y flores tienen sentido humano. Su sola existencia abre la maravilla de los imperios del mundo, de su mundo.

Como en polvo y en brisas, ella se deshace.
Él camina al otro lado, donde despierta, donde entra en un pesado sueño, uno que ni los dioses saben consolar; es una lucha impotente.
Allí va y de allí viene, hacia donde puede. Que no es donde quiere.

Ellos no saben que tú eres, él quiere gritarlo, nadie lo escucha. Ellos ignoran la plenitud, se conforman con breves alegrías en una larga vida.
Recuerda que cuando ella derramaba amargas lágrimas; en él, disuelto en dolor, se desvanecía la esperanza. No puede con la agonía, con esa presión que le impide respirar. La luz llega en un signo de consuelo en las tinieblas.
Harto está su corazón, vacío el mundo. Ya sabe adónde ir.

Camina al otro lado, ella lo recibe con su espíritu, el más libre. Él podrá amar, para todos los que aman, para los afligidos.

martes, 8 de marzo de 2011

En palabras

'Un carrete de hilo. Tanto hilo tiene que esconder algo. Hay que empezar por tirar del hilo. De eso se trata desenrollar,' me lo dice a mí, sin pronunciar una palabra.


Acepta jugar; se frustra rápido. La ansiedad le gana una mano (otra más). Ella quiere ver el plástico, el cartón, el material que sea, rápido. Ya.


Se detiene. Agarra el centímetro, los alfileres, agujas, retazos... Me dice que quizá falte para llegar al plástico, o al cartón, o al material que sea; que quizá, incluso, nunca lo vea. Pero agarra el carrete, y empieza a hilar. Empieza a nombrar.


La angustia, incontrolable.
La vida, propia.
El miedo, no abandona.
Esos planes, incontables. 
La soledad, necesaria.
La distancia, desgarradora.