miércoles, 23 de noviembre de 2011

Impensado

Pensé en decir que es pensar en no pensar, pero, desde donde piense esa oración, no tiene sentido.
Es más simple. Es no pensar en aquello que te destruye (que, ya sabés, sos vos). Te das cuenta de que no te colgás en todo lo que no fue, en lo que no hiciste;  en aquello que deberías haber hecho de otro modo.
No llorás por haberte quedado con los brazos cruzados cuando te fue a besar. Quisiste abrazarlo y no pudiste. Y no te odiás por eso. Ya no. 
Te acordás que después hubo otro beso, otro abrazo, y que la vergüenza no se asomó.
Disrutar, parece que se trata de eso.

domingo, 6 de noviembre de 2011

ба́бушка

Listas para ir a dormir, sin nada de ganas de hacerlo, Flor y yo hablábamos de Nattie. Tendríamos 6 y 7 años. Alguien había apagado la luz, y entre las dos imaginábamos a la mamá de nuestros papás porque nunca la conocimos.

Podría contar las veces que escuché a mí papá hacer un comentario acerca de “la vieja”, ni siquiera relatar una anécdota que involucre a sus padres. Eso sí, cada vez que habla o pregunta por mi hermana se asegura de mencionar la indiscutible herencia rusa que la chiquita porta.

Hace unos años empecé a querer saber. Pensé en  Lena, la prima de Nattie (crecieron juntas) ,y unos mails y meses después aterricé en Sacramento.

“Your grandparents this …your grandparents that,” decía Lena hilando una historia con la siguiente. Hold on! Quería decirle, me quedaba en el grandparents. Nombrarlos así los hizo reales, los trajo muy cerca. My grandparents, my grandparents, repetía en mi cabeza mientras el grabador se ocupaba de registrar los detalles de Lena. De repente y sin previo aviso, tengo cuatro abuelos.

Nattie murió a los 48 años de lupus. En ese entonces, su prima/hermana, vivía en el exterior y no llegó para acompañarla en sus últimos días.
Una vez en el departamento de mis abuelos, alguien le dijo a Lena que Nattie había dispuesto de todos sus bienes y que solo se podía llevar aquello que ella le hubiera regalado. Lena se acercó a una cómoda y agarró una muñeca que le había dado a Nattie cuando se casó.
Se levantó, abrió una vitrina, sacó una muñeca: “and now I pass it onto you.” Así de simple.
Así de indescriptible.

Fueron apenas unas 60 horas. Sin dudas, las más intensas de estos 20 días.
Vuelvo con fotos, una muñeca, un grabador lleno de recuerdos y algunas piezas nuevas para poner en mi rompecabezas.

Y ya que estamos, les muestro lo linda que era Nattie, mi ба́бушка.