viernes, 27 de julio de 2012

El no exilio



Doy vueltas. Bordeo dando vueltas porque no puedo ver dónde hay que entrar, qué es lo que hay que ver. Como si fuera ese carretel, y ese hilo solo hubiera sido creado para quedarse ahí. Bien podría zurcir una camisa, alegrar un almohadón. O también, quedarse ahí.

Me quedo. Comprimida. Entonces pienso en irme y me acuerdo que alguna vez lo hice. Recuerdo también que violví para vivir liberada, como aquella vez creí hacerlo. Tendría que aprender.
Resisto desde el alma, dice el cuerpo.
Comprimida, me quedo. 

miércoles, 25 de julio de 2012

Quiero una remera

Quiero una remera. Repito que quiero una remera y no me canso.
"¿Cómo la querés?" Me pregunta.
"¿Como cómo la quiero?" Respondo con una pregunta aunque entiendo perfectamente lo que acabo de escuchar.
"Claro, ¿cómo la imaginás? Contame cómo es la remera que querés."


Habla, tiene razón en todo lo que dice y no puedo más que enojarme. Y llorar. Mi boca cerrada, la mandíbula tensa. Finalmente puedo decir que no quiero una remera amarilla ni ajustada. Tampoco muy suelta. Que no sea lisa, pero no sé qué decir de rayas o estampas. Creo que escote en V, con mangas cortas. Digo un par de cosas más y me quedo callada. Recuerdo que nunca fui a buscar una remera en particular. Que busqué y busqué, y muchas veces me frustré por volver con las manos vacías. Salí, sí que salí. A veces no fui más allá de las vidrieras, otras entré y miré, algunas hasta me probé. Pocas veces compré.


Me voy enojada. Sigo llorando, con la mandíbula tensa. Me da miedo no imaginar esa remera.

martes, 3 de julio de 2012

Sorpresa

Me mandaste un mail. Era un mensaje largo, no recuerdo qué decías. Me sorprendiste y, pensando en tus palabras, salí de casa.
Me esperabas en la puerta, nos saludamos y dijiste estabas ahí para acompañarme. Caminamos mientras hablamos, tampoco me acuerdo de qué. 
Llegamos a destino, era como una clase. Nos saludamos, vos te ibas, no nos íbamos a volver a ver. Entré. Me senté delante de todo, al fondo había un ventanal y por ahí vi que te ibas. Alguien dio una clase, me di vuelta y ahí te vi, estabas esperando, otra vez.
Salí y te pregunté qué había pasado, si necesitabas algo. Estabas nervioso, querías hablar pero no ten salían las palabras, no sabías cómo decirlo. Yo hice algún chiste por tus nervios, y finalmente lo hiciste, me invitaste a salir. 
Creo que fue el no que más me costó pronunciar.