lunes, 10 de septiembre de 2012

On the rocks

Viajé cientos de kilómetros, muchas horas y no vi las montañas. Poco después de llegar alguien dijo que la naturaleza o el clima (¿no es lo mismo?), tiene la última palabra. 

A la noche hacía frío. Las nubes seguían bajas, pero pensé que, quizás, las nubes se irían y que podría ver finalmente a las famosas Torres. Me fui a dormir pensando en que mañana sería mejor.

Las condiciones no podían empeorar y, sin embargo, cuando desperté estaba lloviendo. No lo podía creer, parece que siempre se puede estar peor. Ni siquiera pude disfrutar de las tantas paradas programadas durante el camino. Veríamos el recorrido de las caminatas planeadas en un mapa.

La guía decidió ir directo al hotel, llegar temprano y... no había mucho para hacer allí, pero tampoco había nada que se podía ver en el camino.

Check-in. Desde el comedor del hotel podíamos ver, a lo lejos, dos inmensos témpanos. Más lejos todavía se asomaba el glaciar. Había parado de llover y las nubes se esfumaban dando lugar a las montañas. Necesitaba salir de ahí, ¡qué increíble lo que estaba viendo!

Caminé por la playa, el viento frío soplando en contra. Me detuve frente a los témpanos. Hacía unas horas había escuchado decir que lo último que se pierde es la esperanza. Y pensé en lo que se gana cuando dejamos de aferrarnos a ella y la perdemos.

Agradecí.

Y esta es una de las tantas fotos que saqué. Resulta que en el hielo hay calor.