sábado, 23 de abril de 2011

El que busca encuentra

Abre el cajón de la mesa de luz, ese de madera patinada blanca, donde guarda una linterna, un alicate, unas pastillas, un resaltador, muchas biromes, auriculares, post-its. Está vacío.

Abre el primer cajón de la cómoda, donde guarda las remeras que generalmente usa durante el día. Está vacío.

Abre el primer cajón del escritorio, donde guarda recortes, fotos, escritos, papeles y más papeles desordenados que quizás algún día cobren sentido como unidad. Está vacío.

No recuerda haber vaciado los cajones. Ella no los vació, está segura de eso. Entonces, ¿cómo sucedió? ¿Adónde está todo? ¿O será que nada cambió sino mi mirada? No, qué estupidez, delante de mí no hay nada, na-da.

Abre el último cajón del escritorio, donde no se acuerda qué guardaba. Hay una foto en blanco y negro en la que se ve el rostro de una mujer. No la conoce pero cree reconocerla enseguida, cree reconocerse. Agarra la foto, cierra el cajón y sale. Sale a pedir que le cuenten una historia, a buscar el origen. Es un viaje a lo desconocido, al pasado; el viaje más excitante en el que jamás se embarcó.

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