lunes, 9 de mayo de 2011

¡Felices 85!


Otro post en el que podría haber contado más de Buenos Aires, de mi lento pero de algún modo perseverante recorrido por estos cercanos lugares desconocidos.
La excusa es que siempre me parece que hay algo más importante para contar. Mejor dicho, aquello que necesito escribir poco tiene que ver con –en este caso– la lancha, el río marrón, el último sol del verano, las tres personas que vimos en todo el día.

Llegamos a Tigre con la excusa del cumpleaños de nuestra abuela. Había cumplido 85 años y, alrededor de 100 mails más tarde, decidimos que el mejor regalo era que sus cinco nietos pasáramos un día con ella.

Nos trajeron unas riquísimas empanadas dulces, que disfrutamos al solcito, y no sé cómo, nos pusimos hablar del yoga. Ese tema derivón en la energía y luego en la forma en que uno encara la vida. Más que la forma en que la encaramos, cómo vivimos la realidad, si está todo escrito o eso es justamente lo que hacemos (o intentamos hacer). Se armó un lindo debate. Pasamos a la mesa. Había como un bebedero para los picaflores; jamás vimos tantos juntos. La dueña de la hostería nos habló hasta agotarnos –o no recibe mucha gente o no sabe cuándo es momento de retirarse.

Este fue mi highlight del día:

-Vos escribías historias terribles cuando eras chica -, mi abuela le dijo a mi hermana, riéndose un poco.
-Muy oscuras, siempre había muertes. Por lo general los protagonistas se suicidaban, ¿no? -intervine.
-Y... es que hay que matar a los personajes para no matarse uno -, dijo el primo poeta.
Mi hermana y yo coincidimos. Nuestra abuela, en cambio, casi estalla de la risa:- ¡ay por favor! Eras una chica con una vida perfectamente normal, tuviste una infancia feliz, ¡cuánta pavada hay que escuchar!


La homenajeada terminó su día feliz con las anécdotas, las fotos para imrpimir, el día exclusivo con nosotros. Feliz y agradecida por la familia y la unión. Me pregunto si es el resultado de no dar lugar a todas las pavadas que hablamos nosotros.

Lo habíamos dicho antes, cada uno elige qué ver, qué escuchar, pero en el fondo, ¿no nos damos cuenta?

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