Me mandaste un mail. Era un mensaje largo, no recuerdo qué decías. Me sorprendiste y, pensando en tus palabras, salí de casa.
Me esperabas en la puerta, nos saludamos y dijiste estabas ahí para acompañarme. Caminamos mientras hablamos, tampoco me acuerdo de qué.
Llegamos a destino, era como una clase. Nos saludamos, vos te ibas, no nos íbamos a volver a ver. Entré. Me senté delante de todo, al fondo había un ventanal y por ahí vi que te ibas. Alguien dio una clase, me di vuelta y ahí te vi, estabas esperando, otra vez.
Salí y te pregunté qué había pasado, si necesitabas algo. Estabas nervioso, querías hablar pero no ten salían las palabras, no sabías cómo decirlo. Yo hice algún chiste por tus nervios, y finalmente lo hiciste, me invitaste a salir.
Creo que fue el no que más me costó pronunciar.
martes, 3 de julio de 2012
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario